El cielo abre sus fauces,
un puñado de pupilas
brotan del cajón vacío
de aquel cuento lejano
y se marchita el sol en el café
y se muere la risa cada tanto.
Pasan algunas palomas
con ese vuelo cansado,
se estremece de dolor
el nido que está en el árbol
y se duermen las sombras del honor
y se olvidan los viejos calendarios.
¿Cuántas copas ahogan el temblor
de quien vive en la cueva del engaño?
Chiqui Abreu
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