Otra vez, en la puerta del sueño,
vibrante, como un canto tardío,
la plácida mirada del lago acuna el tiempo.
Noche de tempestad, luna violácea,
sólo palpita el eco del invierno,
la matriz escupiendo la inercia de su credo.
Palidece la duda, envuelta en su reflejo,
sacude hogueras y tiñe el pensamiento.
Llanto que sella el camino de regreso.
Vuelve a apagarse el viento entre los dedos,
el sórdido paisaje se convierte en vacío
y un cansado gorrión pone fin al concierto.
¿Cuántos cielos caben en un verso?
Otras plumas resumen el agónico vuelo
y un poeta de humo mordisquea un lucero.
Chiqui Abreu
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